Adquirimos una mascota canina. La llamamos Kora.
Tras comprarla, viajó por avión con nosotros. No lloró ni gimió. Durmió muy tranquila.
Blanca, con dos manchas color marrón y carita chata, la cachorra nos invita a jugar. Salta, jala su trapo, nos mira agitando la diminuta cola.
Hoy comió aprisa toda la comida. Su plato rojo, con agua cristalina, la colmó.
Hizo popó dura y pipí amarilla.
La muy viva logró subir a la planta alta, asustando a la cuidadora provisional cuando salí al banco.
Los gatos la ignoran. Frí no la soporta. Por ahora, ya la disfrutarán mañana. O pasado mañana.
Por lo pronto, a mi marido y a mí nos ha conquistado del todo.


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